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2009-10-14 19:24:54 UTC
Psicología Masónica
Para entender a la Masonería, una organización multicultural que
guarda “misterios casi insondables ”
debemos ubicar la masonería en un nuevo marco del pensamiento
haciendo una lectura psicológica de la estructura simbólica de la
masonería. Puesto que la masonería tiene las características propias
de cada país que refleja el temperamento nacional, elaborar un
tratado
completo sobre la materia seria una empresa enormemente compleja.
Para
facilitar la tarea será necesario centrar nuestra atención en una
forma concreta de la simbología masónica: utilizaremos la empleada
por
la Gran Logia Unida . Es una forma fácilmente comprensible, muy
extendida por todo el mundo; y es también bastante característica del
ritual tal y como se manifestó en otros lugares, concretamente en el
Oficio de América. Ya que todas las grandes logias preservan de algun
Modo, los principios universales de la masonería, los
lectores familiarizados con la simbología masónica que se utiliza en
el continente europeo y en otras partes del mundo no tendrán ningún
problema a la hora de relacionar nuestros descubrimientos con su
propia experiencia. Nuestra “psicología masónica” será una psicología
de desarrollo porque el crecimiento estaba implícito en el paradigma
organizativo del Nuevo Orden Mundial, y estará orientado hacia la
deidad. A este respecto, aunque utilizaremos mucha terminología
moderna, nuestras ideas contrastaran con la psicología de hoy, que
esta basada, con algunas notables excepciones, en los supuestos
materialistas de la ciencia del siglo XXl.
Comenzaremos definiendo la estructura dentro de la que opera la
francmasonería, un marco muy diferente del materialismo que
caracteriza a nuestra sociedad industrial. La masonería presupone el
sistema metafísico que vimos encarnado en el plano de la catedral
gótica. Describe la metafísica considerando la “regular progresión de
la ciencia desde el punto a la línea, de la línea a la superficie, de
la superficie al sólido”. Esta idea, tomada del ritual del Segundo
Grado, es en realidad el mecanismo neoplatónico que usa un lenguaje
matemático para describir el proceso por el cual la deidad dota de
existencia al universo. Desde esta perspectiva geométrica, el proceso
se inicia con un punto como elemento fundamental: el punto se mueve,
y
al hacerlo genera una línea; la línea se mueve en una dirección no
paralela a sí misma y genera un plano (superficie); el plano,
moviéndose de igual manera, genera un sólido.
Las características geométricas de esta sucesión de figuras son tales
que cada acción confiere existencia a un objeto que pasee
características propias, pero que también contiene –e incluye sus
características- el objeto que lo generó. Así, por ejemplo, el
sólido,
que está definido por las reglas de la geometría tridimensional,
contiene el plano del que procede, y las leyes de la geometría sólida
son las de la geometría del plano con alguna complejidad añadida. Los
neoplatónicos utilizaban este idioma geométrico para describir el
proceso mediante el cual la divinidad (el punto, la esencia y
fundamental fuente de todo) se proyectaba en la existencia a través
de
los niveles progresivamente más complejos del espíritu (la línea), la
psique (superficie) y finalmente la materia (sólido). Cada uno de
estos “mundos” contiene en sí mismo el nivel siguiente del que
procede: esta misma historia la encontramos en la interpretación
mística del Génesis cuando dios “crea” el mundo del espíritu “forma”
el mundo de la psique y, finalmente, expele (proyecta) a Adán y Eva
al mundo físico mediante el proceso de la encarnación. Como podemos
ver se trata del mismo esquema que está implícito en el plano de la
catedral y también la misma jerarquía que observamos en toda la
”dimensión de la conciencia” que imaginaron los sabios del
Renacimiento. Son sin duda las bases de casi toda la filosofía
occidental anterior al siglo XIX. En el contexto de este esquema, las
ciencias físicas, que surgieron durante la última parte del
Renacimiento, se ocupa de lo sólido, del mundo físico, y aún hoy casi
todos sus practicantes ignoran o niegan la existencia de todos los
demás niveles de progresión.
La francmasonería se ocupa de la superficie, esto es, de la psique;
pero, a diferencia de la ciencia contemporánea, no ignora las otras
partes del sistema metafísico. Por el contrario la francmasonería se
basa en la premisa de que el individuo que explora su psique puede y
debe comprometerse y dejarse guiar por su dios y desarrollar su papel
activo en el mundo físico. Esta es la razón por la que la creencia en
un ser supremo sea un prerrequisito para ser miembro de la Orden y de
que se inste a sus miembros a profesar diligentemente sus respectivas
religiones. Más allá de esta exigencia fundamental, la naturaleza del
dios del masón, sus libros sagrados y su forma de culto no son asunto
del Oficio.
La francmasonería concibe que el ser humano posee un cuerpo, un
psique/
alma, un espíritu y un contacto con su divina fuente. Supone que la
psique humana también contiene cuatro niveles que reflejan esa
estructura mayor de cuatro niveles. En términos específicos
representan la psique mediante el Templo de Salomón, que describe
como
un templo de tres pisos dentro del cual se puede tener conciencia de
la presencia de la divinidad. Dibujaremos una línea paralela entre
estos tres pisos –el patio, la cámara central y el sanctasantórum- u
los tres niveles del modelo psicológico de la conciencia de Jung, la
conciencia individual, el inconsciente personal y el inconsciente
colectivo. No debería sorprendernos encontrar estos y otros
paralelismos entre estos dos sistemas. Después de todo, son estudios
sobre la misma cosa que se han realizado en dos períodos diferentes
de
nuestra cultura, separados trescientos años uno del otro.
El candidato a masón es introducido en este templo de tres plantas
por
medio de la participación de las ceremonias de los Tres Grados,
gracias a las cuales avanza en su grado titular desde su inicio como
Aprendiz, pasa por el grado intermedio de Compañero, hasta el grado
final de Maestro Masón. Este proceso suele realizarse en un periodo
de
pocos meses. Si desea practicar la masonería como un Misterio, como
un
medio de desarrollo psicológico, el nuevo Maestro Masón pasará muchos
años considerando las implicaciones de la simbología del Oficio y
observando el modo en que sus principios rigen su vida. Si persevera,
recapitulará –en los acontecimientos de su experiencia cotidiana- el
progreso del ritual que realizó a través de los grados simbólicos, y
con estos medios conseguirá con el tiempo esa clase de madurez
psicológica que implica su título de Maestro Masón. Es una larga y
ardua tarea, es la labor de toda una vida.
Cuando el candidato ha sido admitido en la francmasonería, la
ceremonia de iniciación se lleva a cabo en una logia del aprendiz que
se celebra, en sentido metafórico, en el patio del Templo de Salomón.
El patio representa esa parte de la psique que esta en íntimo
contacto
con el mundo material. Es, utilizando los términos del Jung, la
conciencia individual. Aunque el Primer Grado y su obra se encuentran
completamente relacionados con el patio, el candidato le informa que
existen dos pisos superiores en el templo que podrá explorar a medida
que avance en su Oficio. Esos pisos superiores reservados a los
hermanos de rango masónico más alto, representan el inconsciente del
candidato, y este símbolo nos da una explicación del tal mal
comprendido tema del secreto masónico. El Oficio presenta el
inconsciente como un cuerpo de material considerado “secreto”. A
medida que el candidato avanza en el rango masónico –símbolo de que
es
un desarrollo psicológico progresivo- esos “secreto” son revelados en
los sucesivos grados que representan la penetración en el
inconsciente
característica de la madurez individual
Cuando el candidato ha llegado al Segundo Grado, en la ceremonia de
paso es conducido a la Logia de los Compañeros, situada, en sentido
figurado, en la cámara central del Templo del Rey Salomón. La cámara
central del templo alegórico representa el alma, que posee muchas
características del inconsciente personal (utilizando de nuevo la
terminología de Jung) y cuando mire la simbología de la logia del
Compañero verá que ese trabajo en el Segundo Grado entraña un serio
trabajo psicológico. Siguiendo por el momento con la terminología
Jung, la logia del Maestro Masón representa un nivel que corresponde
de un modo general al inconsciente colectivo. Esta logia se
encontrará
“en la puerta de acceso hacia el sanctasanctórum”, que se entiende
como una parte de la psique que está en intimo contacto con el
espíritu de modo similar a la forma en que el patio esta conectado
con
el cuerpo. Finalmente, trabajando en el seno de la estructura
psicológica, especialmente en los niveles elevados, se puede ser
consciente de la presencia de la divinidad.
Dentro de la logia masónica, que es una representación física de la
estructura alegórica que hemos escrito anteriormente, existe siempre
un símbolo compuesto llamado las Tres Grandes Luces, integradas por
el
“volumen” de la Ley Sagrada, la “escuadra” y el “compás”. Algunos de
estos objetos tienen más de un significado en la simbología del
Oficio, pero en este símbolo fundamental representan los tres niveles
superiores de la estructura metafísica del individuo. La escuadra
representa la psique, el compás el espíritu y las Sagradas Escrituras
representan la divinidad, la fuente divina a la que se acogen. Las
variadas configuraciones en que se presentan objetos en cada grado
describen hasta qué punto la psique de un individuo está bajo la
influencia de su espíritu, aunque todas las configuraciones hacen
hincapié en el hecho de que el individuo, igual que todo el universo,
tiene su origen fundador en la deidad que sostiene la estructura
completa.
Aunque el nuevo masón debe realizar sus actividades sólo en el patio
–
su consciencia individual del mundo físico- se le enseña un número de
principios mediante los que, de acuerdo a los “Misterios”, el
universo
(y su propia psique) opera, y considerando estos principios podemos
obtener alguna pista sobre la dinámica de la psique como la
representa
el Oficio. El Cuadro del Primer Grado es un dibujo que, en principio,
parece ser una colección heterogénea de símbolos masónicos, pero que
es realidad una pintura integrada que se utiliza para ilustrar el
funcionamiento de los principios universales. Examinaremos los
principales.
Los ornamentos de la logia son el “pavimento cuadrado”, el “borde
dentado” o de mosaico y la “estrella flamígera”, que algunas veces se
presenta como Gloria. Todos juntos describen lo que podríamos llamar
la Ley de la Unidad. La estrella flamígera o Gloria representa el
universo relativo completo tal y como es en realidad –desde el punto
de vista de la deidad -, una manifestación única consistente y
gloriosa de la deidad. El pavimento cuadrado representa el universo
tal y como se presenta ante nosotros, que estamos encarnados en un
mundo físico; el blanco y el negro se alternan, activo y pasivo,
fácil
y difícil, complementarios en el mejor de los casos, opuestos a
menudo. Pero la característica de un pavimento cuadrado es que las
piezas individuales se unen para formar un todo único e integrado, el
pavimento mismo. Esta noción será reforzada por el borde, que rodea
todo como una única entidad, un sistema interactivo y único en el que
cada elemento está relacionado y afecta a los demás.
La Ley de la Dualidad está representada en el Cuadro del Primer Grado
en varios niveles diferentes. En el nivel más general (el del
espíritu) aparecen el sol, la luna y las estrellas. El luminoso y
ardiente Sol y la suave, pálida y cambiante Luna son antiguos
símbolos
de la complementariedad, y quizá las presentaciones simbólicas
fundamentales de ese principio que se repiten los cuadros blancos y
negros del pavimento en el nivel más detallado y materialista. En el
nivel intermedio de la psique la idea de dualidad está expresada por
las columnas dóricas y jónicas; forman parte de una idea más compleja
que veremos a continuación. La Ley de Dualidad también está
representada en términos del ser humano individual por las dos líneas
paralelas que delimitan el “punto en el interior del circulo”. Los
trabajos ingleses hablan de Moisés (el profeta) y Salomón (el
legislador), papeles que expresan la idea de exuberancia y
restricción. La noción de complementariedad es aún más obvia en el
uso
americano, donde las líneas paralelas están asociadas con San Juan
Bautista (a mediados de verano) y San Juan Evangelista (a mediados de
invierno). El principio de Dualidad establece que cuando se percibe
una cosa de modo tal que pueda existir independientemente de su
fuente
divina, su complemento también parece existir para proporcionarle
equilibrio. La colocación de los símbolos de dualidad en varios
niveles del cuadro es una advertencia de que el fenómeno de la
dualidad y el potencial de la polarización y la oposición se desatan
tan pronto como se presente cualquier intento de separación
procedente
de la totalidad de la divinidad; por ello esto es un principio que
está relacionado con todo el mundo psicológico.
El principio mencionado en los antiguos textos masónicos como la
“regla de tres” esta claramente representado en el Cuadro del Primer
Grado por tres columnas, que son uno de sus más destacados
protagonistas. Sus diferentes estilos arquitectónicos transmiten la
idea (utilizando una máxima tomada de Vitruvio) de que hay tres
“agentes” que abarcan todos los niveles de la logia/psique: Un agente
activo, exuberante, creativo y expansivo (la columna corintia); un
agente pasivo, reflexivo, tradicional y restrictivo (la columna
dórica); y un agente equilibrado, consciente y coordinado cuya
obligación es mantener a los otros dos en un equilibrio dinámico (la
columna jónica). Este concepto destacará soberanamente en la
discusión
de la obra masónica.
La logia, como hemos visto, tiene cuatro niveles, y estos se reflejan
en el cuadro. El pavimento cuadrado representa el patio, en íntima
relación con el mundo físico. La zona media –denominadas por las
columnas- representa la cámara central del alma, la esencia de la
psique; los cielos remiten a la puerta de acceso, en íntimo contacto
con el espíritu. El cuarto nivel, la divinidad misma, está
representado por la Gloria, situada en el centro del cuadro.
Los puntos cardinales de la brújula situados al borde del Cuadro
definen la dirección Este-Oeste, que tiene una considerable
importancia en la simbología del Oficio, como vamos a ver. Es la
dirección de la “dimensión de la consciencia” que, como apuntábamos
antes, es la materia de estudio del misticismo del Renacimiento.
La escalera de Jacob, que aparece en el Cuadro del Primer Grado,
muestra un camino en dirección Este-Oeste. Este símbolo, representa
los niveles jerárquicos de la consciencia, tiene varias formas. Por
el
momento será suficiente reseñar que la escalera tiene tres peldaños
principales: La fe, la esperanza y la claridad. Estas tres
representan
los estados de animo de los individuos en cada uno de los Tres
Grados;
la fe para el aprendiz, que ignora la naturaleza de la cosa a la que
aspira y debe confiar en aquellos que le enseñan; la esperanza para
el
miembro, que puede visualizar buena parte de la naturaleza del
impulso
que le lleva a anhelarlo; y la claridad para el Maestro Masón, que ha
conseguido su meta y es capaz de educar a los más jóvenes.
La estructura simbólica que analizamos constituye la introducción
general a la metafísica que se le da al Aprendiz, el nuevo estudiante
de los Misterios, al comienzo de su carrera en la masonería. Es una
representación del mundo psicológico como un todo y una descripción
general del ámbito de la obra masónica. Antes de considerar la
naturaleza de la obra que debe cumplirse en términos de desarrollo
psicológico en cada grado hay un grupo más de símbolos que hemos
mencionado de soslayo que demanda nuestra atención. Se trata del
punto
dentro de circulo cercado por dos líneas paralelas, el volumen de la
Ley Sagrada y la representación de la escalera de Jacob.
Estos objetos suelen aparecer juntos, incluso en los cuadros más
antiguos; y deben interpretarse como un símbolo único. En conjunto
representan a un ser humano individual en el seno del mundo
psicológico. Las dos líneas paralelas que simbolizan los principios
activos y pasivos representan en el individuo esas mismas cualidades
exuberantes y restrictivas presentes en las columnas corintias y
dóricas que representan el mundo psicológico en libertad. La función
equilibradora corre a cargo de la “columna de la consciencia”,
representada en el mundo psicológico por la columna jónica, y en la
psique del ser humano individual por la escalera con sus tres
peldaños
principales: fe, esperanza y claridad. Estas tres divisiones sugieren
que la psique individual tiene tres niveles importantes (que
corresponden a los tres grados). El círculo, confinado entre las
líneas paralelas, y el volumen de la Ley Sagrada representan el radio
de consciencia del individuo cuando comienza su trabajo, e indican
que
en ese estadio de desarrollo sólo se es capaz de percibir el símbolo
de la deidad (el volumen de la ley sagrada). La escalera que sube
desde el pavimento cuadrado, situado al Oeste, a la Gloria, situada
en
el Este, sugiere que mediante la aplicación del conocimiento se puede
llegar a ser consciente de la propia deidad.
Los principios mencionados más arriba definen el modelo masónico de
la
psique. El masón que entiende el Oficio como un modo de crecimiento
personal conoce estas ideas primero como conceptos intelectuales, y
luego, con la práctica, llega a tener consciencia de su realidad a
través de su experiencia en curso de su actividad diaria en el mundo
físico. Esto es, de hecho, un enfoque muy antiguo del desarrollo
individual. Está basado en la idea de que si uno hace un esfuerzo
real
por comprenderse a uno mismo, sus motivaciones y comportamiento, la
deidad (o sus agentes) proporcionará las experiencias que facilitará
ese aprendizaje. Durante la ceremonia de iniciación se dice al
candidato “... sin descuidar los deberes cotidianos del lugar que
ocupas en la vida, debes avanzar diariamente en el conocimiento
masónico”; una instrucción clara para el candidato que debe observar
lo que pasa en su vida, interpretarlo en el contexto de la simbología
del oficio y aprender de la experiencia. Se le introduce de modo
simbólico una clase de acontecimientos que puede afrontar recurriendo
a esos dramas rituales llamados los Tres Grados.
PRIMER GRADO – APRENDIZ.
Cuando el candidato es admitido en una logia masónica, su condición
de
Aprendiz viene representada por la “piedra bruta”, el primero de un
conjunto de tres símbolos que el Oficio llama las tres Joyas
Inmutables. Un sillar es una piedra para la construcción; un sillar
en
bruto es una piedra que todavía no se le a dado la forma que requiere
el lugar que ocupa en la estructura. La francmasonería considera la
humanidad como un “templo de Dios”; y es exactamente esta evidente
coincidencia – se espera que el candidato utilice las experiencias de
su propia vida para trabajar en sí mismo y transformarse en una
piedra
adecuadamente “desbastada” que ocupe su lugar único en ese templo- la
que se persigue. Sin embargo, el símbolo sugiere mucho más. La piedra
bruta es una piedra individual, una piedra que ha sido arrancada de
la
roca. En términos humanos representa al ser humano individual. Ahora
bien, una persona puede, si es eso lo que elige, considerarse
esencialmente un ser miembro de un grupo o sociedad que no ejerce un
control personal sobre sí mismo; se desarrolla dentro de ese grupo o
sociedad, se apoya en ella, acepta sus valores como propios, y las
experiencias de su vida son las de los miembros de la sociedad. Esta
persona es como la piedra de la construcción que todavía no se ha
arrancado a la roca, una parte de la masa general.
Al participar en la ceremonia del Primer Grado, el candidato recibe
de
modo simbólico una mirada en el interior de la naturaleza de su
propia
psique. Si conduce una seria atención al trabajo de la logia y trata
de comprenderla del modo que ya hemos mencionado, tarde o temprano
llegará el momento en que de “todo se unirá” y verá que todo su
interior es una representación de la simbología. Cuando haya mirado
de
esta manera, cuando haya tenido la experiencia real (no simbólica)
que
le indique que el es un individuo con responsabilidad individual
sobre
sus actos y sobre las situaciones en que se encuentre. El material
que
constituye el Primer Grado estimula al candidato a mirar en el
interior de sí mismo y de los trabajos de la psique, y esta es la
razón por la que uno debe querer ser miembro de la masonería. Nadie
debe asumir esa clase de responsabilidad hasta que se sienta
preparado
para hacerlo.
La responsabilidad individual por los actos de cada cual es un
concepto que se desarrollará a medida que el candidato progrese en
los
grados, y aquí, al comienzo de su carrera masónica, el candidato
recibe una indicación de cómo se llevará a cabo ese desarrollo.
Dentro
de la logia existen siete Oficiales; cuando la logia se considera un
modelo de la psique, estos siete Oficiales se identifican con los
siete niveles de la conciencia. Esta idea se desarrolla más
ampliamente en el Segundo Grado, pero en la Apertura del Primer Grado
se nos dice que el Guarda Interno debe estar “bajo el mandato del
Primer Vigilante”. El Guarda Interno, como veremos luego, presenta el
nivel de la conciencia que hoy se llama “ego”, y el ritual dice que
el
Aprendiz debe colocar su ego bajo el control de algún agente del
interior de su psique llamada el Primer Vigilante, que es similar al
“yo” en la terminología de Jung. En otras palabras, el
establecimiento
de esta “relación de mando” se refiere a un proceso similar al
surgimiento del arquetipo del yo. Examinando esta noción podemos
hacernos una idea de la naturaleza del trabajo masónico.
Mucha gente piensa que la consciencia del ego son ellos mismos, antes
de ponerla bajo el control del yo deben reconocer primero que el ego
no son “ellos”, sino un nivel de su conciencia que deben utilizar.
Ahora el ego tiene acceso a una serie de formas de trabajar; y el
sistema masónico tiene tres: actuar, pensar y sentir, representadas
por medio de sus rituales, sus lecturas y sus oraciones. Al
participar
en estas actividades y observar su proceso mental al mismo tiempo, el
individuo ve como funciona su ego y lo identifica como algo que le
pertenece. Además puede observar a las personas y a las distintas
imágenes que establece el guardia interno/ego para relacionar al
individuo con el mundo en las diferentes situaciones sociales de su
vida. Y lo que es más importante, al “mirar en el interior”, a menudo
en busca de una percepción de su estado interno, se percata de la
existencia del Primer Vigilante / yo y del hecho de que, si escucha,
tendrá acceso a una excelente orientación. Al principio esta
orientación se manifiesta como una “corazonada”; con la practica
puede
depurarse hasta convertirse en una facultad fiable. Esta “relación de
mando” entre el Guarda Interno y el Primer Vigilante recibe el nombre
de “camino de la Honestidad” en algunas tradiciones, por que su
establecimiento exige no sólo que el candidato “se pregunte para sus
adentros”, sino también que sea escrupulosamente honesto consigo
mismo. Tal honestidad le lleva a examinar su consciencia y a empezar
a
cuestinarse el comportamiento habitual de toda su vida. Establecer
esta “relación de mando” entre Guardia Interno y Primer Vigilante,
sacar a flote el yo y volver hacia él en busca de una orientación es
unos de los trabajos más importantes del Aprendiz.
Otra de sus tareas principales consiste en equilibrar la parte de la
psique que está en contacto con el mundo físico. Ahora ya hemos visto
nuestro análisis de las Tres Columnas del Cuadro que hay tres
principios que funcionan en todos los niveles de la psique en forma
de
funciones activas y pasivas equilibradas por los actos de la
consciencia. Estas funciones están representadas en cada uno de los
grados por las herramientas de trabajo necesarias para la tarea de
cada nivel, y en el “patio” esas herramientas de trabajo son
herramientas de acción. Describen esas funciones psicológicas
íntimamente relacionadas con el mundo físico. Las herramientas de un
aprendiz son: el mállete, una herramienta de fuerza activa que
nosotros equiparamos con la capacidad psicológica de experimentar la
pasión, y que simboliza la alegría, la furia, el compromiso serio,
etc.; el escoplo, una herramienta pasiva y restrictiva –recibe los
golpes del mállete y los dirige en una dirección muy concreta -, que
podemos equiparar a la capacidad de análisis, clasificación, cálculo,
y pensamiento racional; y el gramil de veinticuatro pulgadas, un
instrumento para medir que dirige y equilibra las otras dos
funciones.
Las veinticuatro pulgadas aluden al tiempo, y puede que un pasaje
bíblico nos ayude a perfeccionar esta idea “... hay una estación para
todas las cosas...” El gramil de veinticuatro pulgadas representa la
capacidad de la conciencia para identificar la función psicológica
adecuada a cada momento.
Equipados estos conceptos, el individuo se compromete en primer lugar
a tomar conciencia de las tres “herramientas” (esto es, de las
capacidades que representan) en su estructura psicológica, luego a
someterlas al control de la consciencia y finalmente mantenerlas en
equilibrio. Lo hacen “sin descuidar los deberes cotidianos del lugar
que [él] ocupa en el mundo”, o sea, aplicando los conceptos a los
acontecimientos diarios de su propia vida. Como podrá reconocer
cualquiera que se haya esforzado por aceptar un carácter violento o
uno obsesión duradera, el asunto de someter las herramientas de
trabajo y de análisis y de la pasión a un control consciente supone
un
duro y considerable trabajo, y confiere un cierto realismo al término
“obra masónica”. No obstante, si persevera, la persona que trabaja en
este sentido comienza a reconocer que reacciona ante los
acontecimientos cada vez con menos frecuencia y, por el contrario, se
sorprende a sí mismo seleccionando sus acciones de entre un
repertorio
de respuestas cada vez más amplio.
Esta elección tan importante es el comienzo de lo que el individuo
bien puede llamar “mi voluntad”; y con esa capacidad para una mayor
elección llega el momento de elegir egoístamente, de modo malévolo y
destructivo, y la responsabilidad de elegir líneas de comportamiento
constructivas e integradoras. Hay una parte de la ceremonia de los
grados primero y segundo en la que al candidato se le exige que
refiera una pequeña parte del ritual de los vigilantes. Este “examen
ante los vigilantes” representa el proceso interior de la consciencia
mediante el cual se guía y estimula al individuo en trance de
desarrollo limite voluntariamente su emergente capacidad de elección.
Este proceso de auto disciplina exige en general que el individuo
considere sus motivaciones, y puesto que estas suelen ser
inconscientes, el esfuerzo conduce con toda naturalidad al Segundo
Grado.
http://groups.google.com/group/secreto-masonico
Para entender a la Masonería, una organización multicultural que
guarda “misterios casi insondables ”
debemos ubicar la masonería en un nuevo marco del pensamiento
haciendo una lectura psicológica de la estructura simbólica de la
masonería. Puesto que la masonería tiene las características propias
de cada país que refleja el temperamento nacional, elaborar un
tratado
completo sobre la materia seria una empresa enormemente compleja.
Para
facilitar la tarea será necesario centrar nuestra atención en una
forma concreta de la simbología masónica: utilizaremos la empleada
por
la Gran Logia Unida . Es una forma fácilmente comprensible, muy
extendida por todo el mundo; y es también bastante característica del
ritual tal y como se manifestó en otros lugares, concretamente en el
Oficio de América. Ya que todas las grandes logias preservan de algun
Modo, los principios universales de la masonería, los
lectores familiarizados con la simbología masónica que se utiliza en
el continente europeo y en otras partes del mundo no tendrán ningún
problema a la hora de relacionar nuestros descubrimientos con su
propia experiencia. Nuestra “psicología masónica” será una psicología
de desarrollo porque el crecimiento estaba implícito en el paradigma
organizativo del Nuevo Orden Mundial, y estará orientado hacia la
deidad. A este respecto, aunque utilizaremos mucha terminología
moderna, nuestras ideas contrastaran con la psicología de hoy, que
esta basada, con algunas notables excepciones, en los supuestos
materialistas de la ciencia del siglo XXl.
Comenzaremos definiendo la estructura dentro de la que opera la
francmasonería, un marco muy diferente del materialismo que
caracteriza a nuestra sociedad industrial. La masonería presupone el
sistema metafísico que vimos encarnado en el plano de la catedral
gótica. Describe la metafísica considerando la “regular progresión de
la ciencia desde el punto a la línea, de la línea a la superficie, de
la superficie al sólido”. Esta idea, tomada del ritual del Segundo
Grado, es en realidad el mecanismo neoplatónico que usa un lenguaje
matemático para describir el proceso por el cual la deidad dota de
existencia al universo. Desde esta perspectiva geométrica, el proceso
se inicia con un punto como elemento fundamental: el punto se mueve,
y
al hacerlo genera una línea; la línea se mueve en una dirección no
paralela a sí misma y genera un plano (superficie); el plano,
moviéndose de igual manera, genera un sólido.
Las características geométricas de esta sucesión de figuras son tales
que cada acción confiere existencia a un objeto que pasee
características propias, pero que también contiene –e incluye sus
características- el objeto que lo generó. Así, por ejemplo, el
sólido,
que está definido por las reglas de la geometría tridimensional,
contiene el plano del que procede, y las leyes de la geometría sólida
son las de la geometría del plano con alguna complejidad añadida. Los
neoplatónicos utilizaban este idioma geométrico para describir el
proceso mediante el cual la divinidad (el punto, la esencia y
fundamental fuente de todo) se proyectaba en la existencia a través
de
los niveles progresivamente más complejos del espíritu (la línea), la
psique (superficie) y finalmente la materia (sólido). Cada uno de
estos “mundos” contiene en sí mismo el nivel siguiente del que
procede: esta misma historia la encontramos en la interpretación
mística del Génesis cuando dios “crea” el mundo del espíritu “forma”
el mundo de la psique y, finalmente, expele (proyecta) a Adán y Eva
al mundo físico mediante el proceso de la encarnación. Como podemos
ver se trata del mismo esquema que está implícito en el plano de la
catedral y también la misma jerarquía que observamos en toda la
”dimensión de la conciencia” que imaginaron los sabios del
Renacimiento. Son sin duda las bases de casi toda la filosofía
occidental anterior al siglo XIX. En el contexto de este esquema, las
ciencias físicas, que surgieron durante la última parte del
Renacimiento, se ocupa de lo sólido, del mundo físico, y aún hoy casi
todos sus practicantes ignoran o niegan la existencia de todos los
demás niveles de progresión.
La francmasonería se ocupa de la superficie, esto es, de la psique;
pero, a diferencia de la ciencia contemporánea, no ignora las otras
partes del sistema metafísico. Por el contrario la francmasonería se
basa en la premisa de que el individuo que explora su psique puede y
debe comprometerse y dejarse guiar por su dios y desarrollar su papel
activo en el mundo físico. Esta es la razón por la que la creencia en
un ser supremo sea un prerrequisito para ser miembro de la Orden y de
que se inste a sus miembros a profesar diligentemente sus respectivas
religiones. Más allá de esta exigencia fundamental, la naturaleza del
dios del masón, sus libros sagrados y su forma de culto no son asunto
del Oficio.
La francmasonería concibe que el ser humano posee un cuerpo, un
psique/
alma, un espíritu y un contacto con su divina fuente. Supone que la
psique humana también contiene cuatro niveles que reflejan esa
estructura mayor de cuatro niveles. En términos específicos
representan la psique mediante el Templo de Salomón, que describe
como
un templo de tres pisos dentro del cual se puede tener conciencia de
la presencia de la divinidad. Dibujaremos una línea paralela entre
estos tres pisos –el patio, la cámara central y el sanctasantórum- u
los tres niveles del modelo psicológico de la conciencia de Jung, la
conciencia individual, el inconsciente personal y el inconsciente
colectivo. No debería sorprendernos encontrar estos y otros
paralelismos entre estos dos sistemas. Después de todo, son estudios
sobre la misma cosa que se han realizado en dos períodos diferentes
de
nuestra cultura, separados trescientos años uno del otro.
El candidato a masón es introducido en este templo de tres plantas
por
medio de la participación de las ceremonias de los Tres Grados,
gracias a las cuales avanza en su grado titular desde su inicio como
Aprendiz, pasa por el grado intermedio de Compañero, hasta el grado
final de Maestro Masón. Este proceso suele realizarse en un periodo
de
pocos meses. Si desea practicar la masonería como un Misterio, como
un
medio de desarrollo psicológico, el nuevo Maestro Masón pasará muchos
años considerando las implicaciones de la simbología del Oficio y
observando el modo en que sus principios rigen su vida. Si persevera,
recapitulará –en los acontecimientos de su experiencia cotidiana- el
progreso del ritual que realizó a través de los grados simbólicos, y
con estos medios conseguirá con el tiempo esa clase de madurez
psicológica que implica su título de Maestro Masón. Es una larga y
ardua tarea, es la labor de toda una vida.
Cuando el candidato ha sido admitido en la francmasonería, la
ceremonia de iniciación se lleva a cabo en una logia del aprendiz que
se celebra, en sentido metafórico, en el patio del Templo de Salomón.
El patio representa esa parte de la psique que esta en íntimo
contacto
con el mundo material. Es, utilizando los términos del Jung, la
conciencia individual. Aunque el Primer Grado y su obra se encuentran
completamente relacionados con el patio, el candidato le informa que
existen dos pisos superiores en el templo que podrá explorar a medida
que avance en su Oficio. Esos pisos superiores reservados a los
hermanos de rango masónico más alto, representan el inconsciente del
candidato, y este símbolo nos da una explicación del tal mal
comprendido tema del secreto masónico. El Oficio presenta el
inconsciente como un cuerpo de material considerado “secreto”. A
medida que el candidato avanza en el rango masónico –símbolo de que
es
un desarrollo psicológico progresivo- esos “secreto” son revelados en
los sucesivos grados que representan la penetración en el
inconsciente
característica de la madurez individual
Cuando el candidato ha llegado al Segundo Grado, en la ceremonia de
paso es conducido a la Logia de los Compañeros, situada, en sentido
figurado, en la cámara central del Templo del Rey Salomón. La cámara
central del templo alegórico representa el alma, que posee muchas
características del inconsciente personal (utilizando de nuevo la
terminología de Jung) y cuando mire la simbología de la logia del
Compañero verá que ese trabajo en el Segundo Grado entraña un serio
trabajo psicológico. Siguiendo por el momento con la terminología
Jung, la logia del Maestro Masón representa un nivel que corresponde
de un modo general al inconsciente colectivo. Esta logia se
encontrará
“en la puerta de acceso hacia el sanctasanctórum”, que se entiende
como una parte de la psique que está en intimo contacto con el
espíritu de modo similar a la forma en que el patio esta conectado
con
el cuerpo. Finalmente, trabajando en el seno de la estructura
psicológica, especialmente en los niveles elevados, se puede ser
consciente de la presencia de la divinidad.
Dentro de la logia masónica, que es una representación física de la
estructura alegórica que hemos escrito anteriormente, existe siempre
un símbolo compuesto llamado las Tres Grandes Luces, integradas por
el
“volumen” de la Ley Sagrada, la “escuadra” y el “compás”. Algunos de
estos objetos tienen más de un significado en la simbología del
Oficio, pero en este símbolo fundamental representan los tres niveles
superiores de la estructura metafísica del individuo. La escuadra
representa la psique, el compás el espíritu y las Sagradas Escrituras
representan la divinidad, la fuente divina a la que se acogen. Las
variadas configuraciones en que se presentan objetos en cada grado
describen hasta qué punto la psique de un individuo está bajo la
influencia de su espíritu, aunque todas las configuraciones hacen
hincapié en el hecho de que el individuo, igual que todo el universo,
tiene su origen fundador en la deidad que sostiene la estructura
completa.
Aunque el nuevo masón debe realizar sus actividades sólo en el patio
–
su consciencia individual del mundo físico- se le enseña un número de
principios mediante los que, de acuerdo a los “Misterios”, el
universo
(y su propia psique) opera, y considerando estos principios podemos
obtener alguna pista sobre la dinámica de la psique como la
representa
el Oficio. El Cuadro del Primer Grado es un dibujo que, en principio,
parece ser una colección heterogénea de símbolos masónicos, pero que
es realidad una pintura integrada que se utiliza para ilustrar el
funcionamiento de los principios universales. Examinaremos los
principales.
Los ornamentos de la logia son el “pavimento cuadrado”, el “borde
dentado” o de mosaico y la “estrella flamígera”, que algunas veces se
presenta como Gloria. Todos juntos describen lo que podríamos llamar
la Ley de la Unidad. La estrella flamígera o Gloria representa el
universo relativo completo tal y como es en realidad –desde el punto
de vista de la deidad -, una manifestación única consistente y
gloriosa de la deidad. El pavimento cuadrado representa el universo
tal y como se presenta ante nosotros, que estamos encarnados en un
mundo físico; el blanco y el negro se alternan, activo y pasivo,
fácil
y difícil, complementarios en el mejor de los casos, opuestos a
menudo. Pero la característica de un pavimento cuadrado es que las
piezas individuales se unen para formar un todo único e integrado, el
pavimento mismo. Esta noción será reforzada por el borde, que rodea
todo como una única entidad, un sistema interactivo y único en el que
cada elemento está relacionado y afecta a los demás.
La Ley de la Dualidad está representada en el Cuadro del Primer Grado
en varios niveles diferentes. En el nivel más general (el del
espíritu) aparecen el sol, la luna y las estrellas. El luminoso y
ardiente Sol y la suave, pálida y cambiante Luna son antiguos
símbolos
de la complementariedad, y quizá las presentaciones simbólicas
fundamentales de ese principio que se repiten los cuadros blancos y
negros del pavimento en el nivel más detallado y materialista. En el
nivel intermedio de la psique la idea de dualidad está expresada por
las columnas dóricas y jónicas; forman parte de una idea más compleja
que veremos a continuación. La Ley de Dualidad también está
representada en términos del ser humano individual por las dos líneas
paralelas que delimitan el “punto en el interior del circulo”. Los
trabajos ingleses hablan de Moisés (el profeta) y Salomón (el
legislador), papeles que expresan la idea de exuberancia y
restricción. La noción de complementariedad es aún más obvia en el
uso
americano, donde las líneas paralelas están asociadas con San Juan
Bautista (a mediados de verano) y San Juan Evangelista (a mediados de
invierno). El principio de Dualidad establece que cuando se percibe
una cosa de modo tal que pueda existir independientemente de su
fuente
divina, su complemento también parece existir para proporcionarle
equilibrio. La colocación de los símbolos de dualidad en varios
niveles del cuadro es una advertencia de que el fenómeno de la
dualidad y el potencial de la polarización y la oposición se desatan
tan pronto como se presente cualquier intento de separación
procedente
de la totalidad de la divinidad; por ello esto es un principio que
está relacionado con todo el mundo psicológico.
El principio mencionado en los antiguos textos masónicos como la
“regla de tres” esta claramente representado en el Cuadro del Primer
Grado por tres columnas, que son uno de sus más destacados
protagonistas. Sus diferentes estilos arquitectónicos transmiten la
idea (utilizando una máxima tomada de Vitruvio) de que hay tres
“agentes” que abarcan todos los niveles de la logia/psique: Un agente
activo, exuberante, creativo y expansivo (la columna corintia); un
agente pasivo, reflexivo, tradicional y restrictivo (la columna
dórica); y un agente equilibrado, consciente y coordinado cuya
obligación es mantener a los otros dos en un equilibrio dinámico (la
columna jónica). Este concepto destacará soberanamente en la
discusión
de la obra masónica.
La logia, como hemos visto, tiene cuatro niveles, y estos se reflejan
en el cuadro. El pavimento cuadrado representa el patio, en íntima
relación con el mundo físico. La zona media –denominadas por las
columnas- representa la cámara central del alma, la esencia de la
psique; los cielos remiten a la puerta de acceso, en íntimo contacto
con el espíritu. El cuarto nivel, la divinidad misma, está
representado por la Gloria, situada en el centro del cuadro.
Los puntos cardinales de la brújula situados al borde del Cuadro
definen la dirección Este-Oeste, que tiene una considerable
importancia en la simbología del Oficio, como vamos a ver. Es la
dirección de la “dimensión de la consciencia” que, como apuntábamos
antes, es la materia de estudio del misticismo del Renacimiento.
La escalera de Jacob, que aparece en el Cuadro del Primer Grado,
muestra un camino en dirección Este-Oeste. Este símbolo, representa
los niveles jerárquicos de la consciencia, tiene varias formas. Por
el
momento será suficiente reseñar que la escalera tiene tres peldaños
principales: La fe, la esperanza y la claridad. Estas tres
representan
los estados de animo de los individuos en cada uno de los Tres
Grados;
la fe para el aprendiz, que ignora la naturaleza de la cosa a la que
aspira y debe confiar en aquellos que le enseñan; la esperanza para
el
miembro, que puede visualizar buena parte de la naturaleza del
impulso
que le lleva a anhelarlo; y la claridad para el Maestro Masón, que ha
conseguido su meta y es capaz de educar a los más jóvenes.
La estructura simbólica que analizamos constituye la introducción
general a la metafísica que se le da al Aprendiz, el nuevo estudiante
de los Misterios, al comienzo de su carrera en la masonería. Es una
representación del mundo psicológico como un todo y una descripción
general del ámbito de la obra masónica. Antes de considerar la
naturaleza de la obra que debe cumplirse en términos de desarrollo
psicológico en cada grado hay un grupo más de símbolos que hemos
mencionado de soslayo que demanda nuestra atención. Se trata del
punto
dentro de circulo cercado por dos líneas paralelas, el volumen de la
Ley Sagrada y la representación de la escalera de Jacob.
Estos objetos suelen aparecer juntos, incluso en los cuadros más
antiguos; y deben interpretarse como un símbolo único. En conjunto
representan a un ser humano individual en el seno del mundo
psicológico. Las dos líneas paralelas que simbolizan los principios
activos y pasivos representan en el individuo esas mismas cualidades
exuberantes y restrictivas presentes en las columnas corintias y
dóricas que representan el mundo psicológico en libertad. La función
equilibradora corre a cargo de la “columna de la consciencia”,
representada en el mundo psicológico por la columna jónica, y en la
psique del ser humano individual por la escalera con sus tres
peldaños
principales: fe, esperanza y claridad. Estas tres divisiones sugieren
que la psique individual tiene tres niveles importantes (que
corresponden a los tres grados). El círculo, confinado entre las
líneas paralelas, y el volumen de la Ley Sagrada representan el radio
de consciencia del individuo cuando comienza su trabajo, e indican
que
en ese estadio de desarrollo sólo se es capaz de percibir el símbolo
de la deidad (el volumen de la ley sagrada). La escalera que sube
desde el pavimento cuadrado, situado al Oeste, a la Gloria, situada
en
el Este, sugiere que mediante la aplicación del conocimiento se puede
llegar a ser consciente de la propia deidad.
Los principios mencionados más arriba definen el modelo masónico de
la
psique. El masón que entiende el Oficio como un modo de crecimiento
personal conoce estas ideas primero como conceptos intelectuales, y
luego, con la práctica, llega a tener consciencia de su realidad a
través de su experiencia en curso de su actividad diaria en el mundo
físico. Esto es, de hecho, un enfoque muy antiguo del desarrollo
individual. Está basado en la idea de que si uno hace un esfuerzo
real
por comprenderse a uno mismo, sus motivaciones y comportamiento, la
deidad (o sus agentes) proporcionará las experiencias que facilitará
ese aprendizaje. Durante la ceremonia de iniciación se dice al
candidato “... sin descuidar los deberes cotidianos del lugar que
ocupas en la vida, debes avanzar diariamente en el conocimiento
masónico”; una instrucción clara para el candidato que debe observar
lo que pasa en su vida, interpretarlo en el contexto de la simbología
del oficio y aprender de la experiencia. Se le introduce de modo
simbólico una clase de acontecimientos que puede afrontar recurriendo
a esos dramas rituales llamados los Tres Grados.
PRIMER GRADO – APRENDIZ.
Cuando el candidato es admitido en una logia masónica, su condición
de
Aprendiz viene representada por la “piedra bruta”, el primero de un
conjunto de tres símbolos que el Oficio llama las tres Joyas
Inmutables. Un sillar es una piedra para la construcción; un sillar
en
bruto es una piedra que todavía no se le a dado la forma que requiere
el lugar que ocupa en la estructura. La francmasonería considera la
humanidad como un “templo de Dios”; y es exactamente esta evidente
coincidencia – se espera que el candidato utilice las experiencias de
su propia vida para trabajar en sí mismo y transformarse en una
piedra
adecuadamente “desbastada” que ocupe su lugar único en ese templo- la
que se persigue. Sin embargo, el símbolo sugiere mucho más. La piedra
bruta es una piedra individual, una piedra que ha sido arrancada de
la
roca. En términos humanos representa al ser humano individual. Ahora
bien, una persona puede, si es eso lo que elige, considerarse
esencialmente un ser miembro de un grupo o sociedad que no ejerce un
control personal sobre sí mismo; se desarrolla dentro de ese grupo o
sociedad, se apoya en ella, acepta sus valores como propios, y las
experiencias de su vida son las de los miembros de la sociedad. Esta
persona es como la piedra de la construcción que todavía no se ha
arrancado a la roca, una parte de la masa general.
Al participar en la ceremonia del Primer Grado, el candidato recibe
de
modo simbólico una mirada en el interior de la naturaleza de su
propia
psique. Si conduce una seria atención al trabajo de la logia y trata
de comprenderla del modo que ya hemos mencionado, tarde o temprano
llegará el momento en que de “todo se unirá” y verá que todo su
interior es una representación de la simbología. Cuando haya mirado
de
esta manera, cuando haya tenido la experiencia real (no simbólica)
que
le indique que el es un individuo con responsabilidad individual
sobre
sus actos y sobre las situaciones en que se encuentre. El material
que
constituye el Primer Grado estimula al candidato a mirar en el
interior de sí mismo y de los trabajos de la psique, y esta es la
razón por la que uno debe querer ser miembro de la masonería. Nadie
debe asumir esa clase de responsabilidad hasta que se sienta
preparado
para hacerlo.
La responsabilidad individual por los actos de cada cual es un
concepto que se desarrollará a medida que el candidato progrese en
los
grados, y aquí, al comienzo de su carrera masónica, el candidato
recibe una indicación de cómo se llevará a cabo ese desarrollo.
Dentro
de la logia existen siete Oficiales; cuando la logia se considera un
modelo de la psique, estos siete Oficiales se identifican con los
siete niveles de la conciencia. Esta idea se desarrolla más
ampliamente en el Segundo Grado, pero en la Apertura del Primer Grado
se nos dice que el Guarda Interno debe estar “bajo el mandato del
Primer Vigilante”. El Guarda Interno, como veremos luego, presenta el
nivel de la conciencia que hoy se llama “ego”, y el ritual dice que
el
Aprendiz debe colocar su ego bajo el control de algún agente del
interior de su psique llamada el Primer Vigilante, que es similar al
“yo” en la terminología de Jung. En otras palabras, el
establecimiento
de esta “relación de mando” se refiere a un proceso similar al
surgimiento del arquetipo del yo. Examinando esta noción podemos
hacernos una idea de la naturaleza del trabajo masónico.
Mucha gente piensa que la consciencia del ego son ellos mismos, antes
de ponerla bajo el control del yo deben reconocer primero que el ego
no son “ellos”, sino un nivel de su conciencia que deben utilizar.
Ahora el ego tiene acceso a una serie de formas de trabajar; y el
sistema masónico tiene tres: actuar, pensar y sentir, representadas
por medio de sus rituales, sus lecturas y sus oraciones. Al
participar
en estas actividades y observar su proceso mental al mismo tiempo, el
individuo ve como funciona su ego y lo identifica como algo que le
pertenece. Además puede observar a las personas y a las distintas
imágenes que establece el guardia interno/ego para relacionar al
individuo con el mundo en las diferentes situaciones sociales de su
vida. Y lo que es más importante, al “mirar en el interior”, a menudo
en busca de una percepción de su estado interno, se percata de la
existencia del Primer Vigilante / yo y del hecho de que, si escucha,
tendrá acceso a una excelente orientación. Al principio esta
orientación se manifiesta como una “corazonada”; con la practica
puede
depurarse hasta convertirse en una facultad fiable. Esta “relación de
mando” entre el Guarda Interno y el Primer Vigilante recibe el nombre
de “camino de la Honestidad” en algunas tradiciones, por que su
establecimiento exige no sólo que el candidato “se pregunte para sus
adentros”, sino también que sea escrupulosamente honesto consigo
mismo. Tal honestidad le lleva a examinar su consciencia y a empezar
a
cuestinarse el comportamiento habitual de toda su vida. Establecer
esta “relación de mando” entre Guardia Interno y Primer Vigilante,
sacar a flote el yo y volver hacia él en busca de una orientación es
unos de los trabajos más importantes del Aprendiz.
Otra de sus tareas principales consiste en equilibrar la parte de la
psique que está en contacto con el mundo físico. Ahora ya hemos visto
nuestro análisis de las Tres Columnas del Cuadro que hay tres
principios que funcionan en todos los niveles de la psique en forma
de
funciones activas y pasivas equilibradas por los actos de la
consciencia. Estas funciones están representadas en cada uno de los
grados por las herramientas de trabajo necesarias para la tarea de
cada nivel, y en el “patio” esas herramientas de trabajo son
herramientas de acción. Describen esas funciones psicológicas
íntimamente relacionadas con el mundo físico. Las herramientas de un
aprendiz son: el mállete, una herramienta de fuerza activa que
nosotros equiparamos con la capacidad psicológica de experimentar la
pasión, y que simboliza la alegría, la furia, el compromiso serio,
etc.; el escoplo, una herramienta pasiva y restrictiva –recibe los
golpes del mállete y los dirige en una dirección muy concreta -, que
podemos equiparar a la capacidad de análisis, clasificación, cálculo,
y pensamiento racional; y el gramil de veinticuatro pulgadas, un
instrumento para medir que dirige y equilibra las otras dos
funciones.
Las veinticuatro pulgadas aluden al tiempo, y puede que un pasaje
bíblico nos ayude a perfeccionar esta idea “... hay una estación para
todas las cosas...” El gramil de veinticuatro pulgadas representa la
capacidad de la conciencia para identificar la función psicológica
adecuada a cada momento.
Equipados estos conceptos, el individuo se compromete en primer lugar
a tomar conciencia de las tres “herramientas” (esto es, de las
capacidades que representan) en su estructura psicológica, luego a
someterlas al control de la consciencia y finalmente mantenerlas en
equilibrio. Lo hacen “sin descuidar los deberes cotidianos del lugar
que [él] ocupa en el mundo”, o sea, aplicando los conceptos a los
acontecimientos diarios de su propia vida. Como podrá reconocer
cualquiera que se haya esforzado por aceptar un carácter violento o
uno obsesión duradera, el asunto de someter las herramientas de
trabajo y de análisis y de la pasión a un control consciente supone
un
duro y considerable trabajo, y confiere un cierto realismo al término
“obra masónica”. No obstante, si persevera, la persona que trabaja en
este sentido comienza a reconocer que reacciona ante los
acontecimientos cada vez con menos frecuencia y, por el contrario, se
sorprende a sí mismo seleccionando sus acciones de entre un
repertorio
de respuestas cada vez más amplio.
Esta elección tan importante es el comienzo de lo que el individuo
bien puede llamar “mi voluntad”; y con esa capacidad para una mayor
elección llega el momento de elegir egoístamente, de modo malévolo y
destructivo, y la responsabilidad de elegir líneas de comportamiento
constructivas e integradoras. Hay una parte de la ceremonia de los
grados primero y segundo en la que al candidato se le exige que
refiera una pequeña parte del ritual de los vigilantes. Este “examen
ante los vigilantes” representa el proceso interior de la consciencia
mediante el cual se guía y estimula al individuo en trance de
desarrollo limite voluntariamente su emergente capacidad de elección.
Este proceso de auto disciplina exige en general que el individuo
considere sus motivaciones, y puesto que estas suelen ser
inconscientes, el esfuerzo conduce con toda naturalidad al Segundo
Grado.
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