Solaris
2010-01-20 03:07:23 UTC
La sincronización mental en la francmasonería, el secreto de las
tenidas.
http://groups.google.com/group/secreto-masonico
La idea central en una ceremonia o tenida
masónica es lograr que en forma sincronizada todos participen con su
persona, su mente y sus sentimientos en
las expresiones verbales y las acciones, que
según vayan sucediéndose. Por tanto, hay que calcular el ritmo de
actuación con mucho cuidado, basándose en la capacitación media de la
congregación masónica, y fijarlo
ligeramente por debajo de la media. Acertar en
el tiempo es de suma importancia. Si éste es excesivamente lento, los
francmasones que se muestran más interesados dejarán de estarlo, y si
es demasiado acelerado, no será posible captar bien la atención de
los
menos interesados. Una tenida lenta
provoca tedio y el fastidio en los miembros.
Este mismo principio tendrá vigencia aunque sólo haya siete
celebrantes,
aunque en tal caso los individuos naturalmente seguirán su ritmo
particular, pues no tendrá que preocuparse por los demás al no haber
ningún trazado que presentar. Todas las
acciones y palabras han de ir acompañadas de
los pensamientos adecuados, que se presentarán en el orden correcto y
serán del estilo idóneo, tanto si son expresados en voz alta como si
son manifestados de forma silenciosa. El hecho de ser repetitivo
sin más es un esfuerzo inútil y no sirve de nada. Mucho mejor que
hacer una sesión masónica técnicamente perfecta, pero acompañada de
pensamientos inadecuados, es profundizar en el significado de la
ceremonia, aunque no se diga una sola palabra en voz alta. Ahora
bien,
también hay que decir que las ceremonias masónicas
que resultan audibles ayudan
a muchos francmasones a sincronizar sus conciencias. De todas formas,
si sólo se cuenta con la presencia física de siete masones, aún así
hay
necesidad de operar -la ceremonia, si bien a la mayoría de los
celebrantes les gusta operar de ese modo para tener más práctica.
Hemos llegado a estar tan acostumbrados a regular y conformar
nuestros
pensamientos mediante la palabra, que tendemos a olvidar lo que las
palabras son en sí. Las palabras son esencialmente poderosas
evocaciones, unos
contenedores de conciencia que pueden intercambiarse visual y
auditivamente. Solamente su uso y el hecho de estar familiarizados
con
ellas hacen que tengan un significado para nosotros. Por lo demás, no
son sino ruido y marcas sobre un papel. Para servirnos de ellas lo
mejor posible, debemos conocer todos los significados que están
comprimidas en cada una y el orden correcto en que debemos
combinarlas
para transmitir lo que queremos expresar. Por el contrario, también
debemos ser capaces de coger una serie de palabras y traducirlas a
unos términos de percepción pura a fin de tener una experiencia
consciente de su significado. Por ejemplo, al leer la frase:
"¿Qué hora es hermano? Y responde: es la hora
de comenzar los trabajos masónicos", deberíamos
tener realmente una sensación de entrar en un Tiempo Sagrado y
estar en un Lugar determinado por otro tiempo
diferente al profano, cuando nos hayamos aplicado
la citada pregunta. Este pregunta debería ser:
"¿Qué hora es en el reloj de la Eternidad?".
En primer lugar, ha de quedar claro que "todo esto me está
sucediendo a mí, y que lo voy a experimentar yo en persona".
Así, el procedimiento adecuado para participar en las ceremonias
masónicas, basadas fundamentalmente en la palabra, consiste
en digerir los vocablos con cuidado, reaccionar inmediatamente ante
éstos y permanecer estrechamente unido a los mismos siguiendo el hilo
de sus significados, al igual que el murmullo y las olas de los
riachuelos varían según la naturaleza de su lecho. Si seguimos el
curso de un arroyo vemos como en algunos lugares hay remolinos, en
otros un descenso de la pendiente origina una pequeña catarata, y
también puede haber un ensanchamiento del lecho con un fondo muy
llano, lo que hará que las aguas vayan despacio. En las ceremonias
hay
una serie de fenómenos que pueden considerarse equivalentes a los que
acabamos de mencionar. Volviendo a hablar del riachuelo, diremos que
puede haber una presa que producirá la energía necesaria para el
funcionamiento de una noria. La resistencia de sus aspas se puede
percibir a la vez que éstas giran al ser empujadas por el peso y la
fuerza de la corriente. En el esoterismo masónico ello equivale al
clímax de la
ceremonia o tenida masónica, a ese instante
en que la fuerza acumulada que resulta de la
energía mental y espiritual, se aplica directamente al punto que se
piensa producirá el resultado deseado. Pueden producirse muchos
clímax
de estas características a un nivel secundario, o realizarse un gran
esfuerzo cerca del final de la ceremonia, también es posible combinar
estos dos sistemas. Todo dependerá del grado masónico que se lleve
a cabo.
Uno no puede por menos que preguntarse quién, o qué
elemento oye la Invocación al Gran Arquitecto del
Universo y los salmos bíblicos correspondientes,
además de los seres humanos presentes en
la tenida. Frecuentemente existe la suposición de que Dios o unas
entidades espirituales menores se manifiestan de una
forma invisible, adoptando
ciertas formas simbólicas de naturaleza física que existen en el
Templo Masónico para tal fin, como los símbolos de
la Escuadra y el Compas que
se ponen sobre la Sagrada Biblia y esta sobre el
Ara Sagrada , o las Columnas de bronce que
adornan nuestros Templos. Por ello, se
acostumbra a rendirles respeto. Podría haber un fondo de verdad en
tales
suposiciones, pero fundamentalmente lo que "escucha" la Invocación
es
el Principio Divino que existe dentro de los francmasones y lo hace a
través de sus propios oídos. El nivel de la audición dependerá por
entero de las conexiones individuales y colectivas con el propio
Espíritu de la Vida.
Si es cierto que cada ser humano equivale a una célula del "gran
cuerpo del Gran Geómetra Universal", o de la vida
considerada como una entidad consciente
hasta el final de la creación, ¿cómo es posible que semejante célula
consiga atraer sobre sí misma la atención de semejante entidad? El
sistema utilizado se parece mucho al medio del que se sirve su
equivalente en un cuerpo humano ordinario: un comportamiento inusual,
anormal o diferente. Vamos a suponer que un pequeño grupo de células
altera su comportamiento habitual por algún motivo hasta que un
nervio
se ve afectado. Imaginemos que se produce una lesión pequeña pero
dolorosa en el dedo pequeño del pie. Podrá ser algo absolutamente
trivial desde el punto de vista médico y sin embargo será un motivo
suficiente para que el paciente vaya inmediatamente a buscar algún
remedio para disminuir sus molestias y, posiblemente, también para
impedir que degenere en algo peor. Ahora bien, si no se estableciera
ningún contacto con el sistema nervioso, la infección, aunque ligera
en un principio, se extendería y agravaría hasta poner en peligro el
miembro entero. Ése es el motivo por el cual las pequeñas lesiones
también nos producen dolor.
Asimismo, en caso de que los nervios, mediante la actividad creadora
de las células (que podría ser táctil), estimulen en el hombre
sensaciones de placer, las células implicadas se comportarán de una
forma inusual y llamativa, antes de que la mente perciba lo que está
haciendo el cuerpo. A continuación la mente acusará recibo del
mensaje
de la forma que estime conveniente. Puede que las glándulas funcionen
y viertan su producto en el sistema. Los subproductos peligrosos
serán
desaguados por una serie de conductos. Hay muchas maneras de
enriquecer la vida de las células del cuerpo humano. Aunque no pueda
establecerse un paralelismo exacto entre lo que acabamos de decir y
las relaciones humano-divinas, cabe hacer una comparación lógica que
hace pensar en la forma como un Ser Espiritual "escucha" las
oraciones
de los seres humanos de la tierra. Este Ser las comprenderá a través
de la mente y del alma de los propios seres humanos debido a la
intensidad intencional con que se originan.
Ésa es la razón por la cual las llamadas desesperadas parecen contar
con un favor especial. Se debe sencillamente a la intensidad y
veracidad con que se dirigen a lo que podemos denominar la Conciencia
Continente. Así pues, tienen un carácter prioritario que hace que
consigan superar los obstáculos que absorben todos los mensajes
improcedentes o carentes de importancia. Hay que tener en cuenta otro
factor importante: el hecho de que sean poco usuales. A la vista de
todas las pruebas que tenemos parece que las conductas inusuales
tienen más posibilidades de ser percibidas por los entes inteligentes
que están allá de los niveles de nuestra existencia en la tierra.
Ello no garantiza una respuesta, pero confirma algo que puede
considerarse una regla general para esta vida: siempre llaman la
atención los casos excepcionales. Un único guijarro negro en una
playa
llena de piedrecitas blancas automáticamente atraerá todas las
miradas. Lo mismo pasaría si hubieran un girasol en un campo de
margaritas o un pececillo que nadara en dirección opuesta a un banco
de peces de la misma especie. Lo que se quiere decir con esto es que
los hombres que tratan de captar la atención de unos seres
espirituales superiores habrán de mostrar sus diferencias con
respecto
a la masa humana. Habrá de ser una manifestación calculada para
fomentar un reconocimiento favorable.
Éste es el fin principal de las ceremonias esotéricas: ofrecer un
modelo de comportamiento humano único, o muy poco corriente, que
logre
atraer la atención del observador omnisciente o de la Conciencia que
controla todo. Los humanos tendrán un determinado modelo de conducta
y
de pensamiento gracias al cual quedará bastante clara su intención de
comunicarse con los poderes a través de un "lenguaje interno" para la
consecución de un objetivo determinado. Esto ocurre realmente en
cualquier ceremonia de carácter religioso al que asisten los
fieles con la esperanza de establecer una relación con Dios. Sin
embargo, una ceremonia francmasónica es algo muy distinto, hay que dar
a
conocer un mensaje especialmente significativo. Es algo que exige la
máxima atención, al mismo tiempo de estar presentes en
cuerpo, alma y mente, y no estar divagando con una charla
mental descontrolada. Todo esto es algo parecido a pintar sobres con
distintos colores o hacer en ellos una señal para garantizar que
serán
abiertos tan pronto como sea posible por la autoridad competente.
El abusar de este sistema llegaría a invalidarlo o a devaluarlo en un
breve período de tiempo. Asimismo, contribuiría a retrasar
considerablemente la respuesta. Por tanto, en las ceremonias
masónicas es fundamental que no se realice nada que no tenga una
motivación espiritual verdadera, exceptuando las sesiones prácticas y
de entrenamiento. Ciertamente no hay que realizar acciones triviales
frívolas ni de nivel inferior, pero eso no quiere decir que sus
celebrantes hayan de estar tristes y melancólicos. La risa y el amor
gozoso figuran entre las ofrendas más elevadas que puede realizar el
hombre, porque son algo verdadero y muy poco corriente. Lo que da
validez espiritual a una ceremonia es su autenticidad. De lo que
acabamos de decir se deduce que tiene más valor una florecilla
silvestre ofrecida por un niño con amor sincero y esperanza que el
mayor bloque de oro que jamás se haya traído a un Templo, esperando
comprar una respuesta favorable a una petición de ayuda celestial
para
una empresa terrena más bien dudosa.
La Hermandad Francmasónica trata siempre de dar un carácter secreto
y confidencial a sus ceremonias debido a que los pensamientos y las
acciones poco usuales parecen recibir una atención especial de las
fuentes espirituales. Los miembros de cada uno de los sistemas están
bastante convencidos de que su sistema es superior a los demás, razón
por la cual ha de ser celosamente protegido de cualquier tipo de
explotación y de toda intrusión desautorizada. Los miembros de los
distintos credos parecen estar igualmente seguros de su superioridad.
De todas formas existe una diferencia: los que profesan una
determinada religión desean la conversión de los demás y quieren que
haya el mayor número posible de adeptos. Así pues, los francmasones
tratan de excluir al mayor número de seres humanos, y en cambio los
profanos desean convertir e incluir en sus sectas al mayor número
posible de personas. De todo ello se deduce que la situación
espiritual de este mundo es sumamente confusa y enigmática.
Así, ¿qué tienen de único y especial las tenidas masónicas?
¿Qué puede hacer de ellas algo singular y merecedor de un tratamiento
preferencial, o de una atención desusada por parte de una
inteligencia
supramundana? Imaginemos que una minoría de seres humanos interpreta
un psicodrama en la clandestinidad y que un grupo mucho más numeroso
trabaja en una catedral abarrotada de gente con el acompañamiento de
una orquesta y de un coro por el que ha pagado un precio elevado,
¿por
qué habría de tener una ventaja la minoría sobre el grupo numeroso?
¿O
por qué motivo han de resultar más ventajosos los Templos y los
lugares de reunión de cualquiera de las religiones organizadas de
este
mundo? ¿Qué es lo que hace que un grupo de personas, poco importantes
a nivel social y que probablemente cuentan con unos artefactos de
baja
calidad, tenga más posibilidades de atraer la atención de los seres
espiritualmente superiores que las grandes agrupaciones de personas
dirigidas por unos sacerdotes profesionales?
En primer lugar, desde un punto de vista absolutamente espiritual,
ninguna cantidad podrá jamás igualar, y no digamos superar, el
principio de la calidad. Para ilustrar este punto, vamos a pensar en
la alternativa que preferiría un entendido en música si le dieran a
escoger entre escuchar una de sus composiciones musicales favoritas
arruinada por la interpretación discordante de una serie de
instrumentistas ineptos o la perfecta interpretación de la misma obra
por parte de un pianista muy experto. Vamos a extendernos un poco en
esta analogía, hagámonos esta pregunta: ¿qué tiene más sentido, que
diez mil personas presencien un juego de pelota en el que participan
veinte jugadores procedentes de los equipos famosos, o que ese número
de espectadores vea jugar a veinte mil personas de sexos, tamaños y
edades diferentes lanzando pelotas de distintas clases y de todos los
tamaños sin seguir ninguna norma excepto lo que les dicta su instinto
de conservación? Una presentación efectiva en la que intervenga un
número reducido de personas es siempre preferible a una actuación
mediocre o confusa, aun cuando ésta cuente con un número elevado de
participantes.
Las principales diferencias existentes entre las ceremonias
francmasónicas
y los servicios religiosos ordinarios son, en primer lugar, las
creencias básicas, en segundo lugar, la forma simbólica de su
exposición, y finalmente la elección de un estilo y de un tipo de
expresión verbal. Lo más importante de todo es que haya una
sincronización y que los pensamientos y sentimientos del reducido
número de especialistas estén orquestados. Todos ellos celebran el
rito, no son unos observadores ni están ajenos a la auténtica reunión
esotérica. Cada uno de los presentes deberá participar en la acción
que esté desarrollándose. Puede que haya un líder que diga
formalmente
las palabras en voz alta, pero todos los presentes son en cierto
sentido los sacerdotes o las sacerdotisas, pues comparten la
intención
y el significado de los misterios que realizan juntos.
En los primeros tiempos, se tenía una gran confianza en ciertas
palabras clave, pues se pensaba que funcionaban automáticamente
gracias a sus cualidades propias e inherentes. Estos vocablos eran
nombres de Dioses o el código sonoro de identificación de las
entidades esotéricas. Los que emitían las citadas palabras creían
firmemente que los Dioses tenían la obligación de contestar a
semejante llamamiento si las palabras se pronunciaban correctamente.
Sinceramente, pensaban que esta habilidad les daba el control sobre
estos seres sobrenaturales para obligarlos a manejar la voluntad de
los seres de la tierra. Creían que el conocimiento del "nombre
secreto" de alguien siempre daba al conocedor del mismo cierto poder
sobre esta persona. Ése es el motivo por el cual el nombre que el
individuo recibe en la ceremonia de iniciación nunca ha de decirse en
voz alta en ningún lugar. Esa creencia persiste incluso hoy en día
entre los esotéricos pertenecientes a todas las sectas.
Al parecer, pocas veces la gente cae en la cuenta de que un supuesto
Dios que automáticamente obedeciera los caprichos de un ser humano o
viniera nada más ser llamado, como si de un perro fiel o de un gato
curioso se tratara, no pertenecería a un orden Divino muy elevado ni
muy perfecto. Las palabras clave tienen cierto valor para dar forma a
determinados pensamientos que van dirigidos a unos niveles superiores
a los humanos, pero difícilmente podrán obligar a un Ser superior a
hacer lo que deseemos. Aquí cabría hacer referencia a la conocida
cita: "Puedo llamar a los espíritus desde las profundidades" y la
contestación que no admita réplica: "También yo, y cualquier hombre,
pero ¿vendrán cuando los llames?"
Por muy extraño que parezca, hasta hoy en día no se habían inventado
unos ordenadores capaces de proporcionar información sobre personas
cuyos datos han sido previamente introducidos en ellos. Ciertamente
esto pone al conocedor en una situación de ventaja sobre el individuo
en cuestión que podría tener grandes consecuencias. La mayoría de sus
secretos particulares como el nivel de crédito, posición social,
religión, nivel educativo, e incluso detalles íntimos como
inclinaciones sexuales (con los nombres y señas de las personas
implicadas) y una multitud de detalles están a disposición de todo
aquel que tenga acceso al teclado idóneo y conozca el código correcto
con el que ha de realizar las perforaciones. Sin embargo, la idea
básica que hay detrás de todo esto nació hace miles de años, cuando
los seres humanos empezaron a creer en ciertos Nombres Poderosos, que
harían al hombre semejante a Dios, o en la "magia de las
matemáticas",
que conseguiría algo parecido por otros procedimientos.
Esto es realmente un valor oculto del esoterismo práctico. La
práctica
de este tipo de esoterismo conduce las mentes en unas direcciones que
darán su fruto al cabo de siglos o tal vez de milenios. Quizás en
algunos casos fructifique antes. Los viajes espaciales empezaron a
ser
posibles cuando los hombres primitivos se reunieron para adorar a la
Luna y se preguntaron qué había que hacer para alcanzarla. La
informática empezó cuando el hombre comenzó a jugar con las palabras
y
los números, cuando empezó a transformar lo uno en lo otro y a hacer
cálculos mágicos con esos elementos. Es posible que la medicina
empezara al preguntarse el hombre por primera vez cuáles eran las
hierbas que curaban determinadas enfermedades. Posiblemente la
psicoterapia empezó a desarrollarse con los primeros exorcismos en
contra de los espíritus del mal, y la cirugía en el momento en que el
hombre trató de cortar bultos, que a su entender eran demonios
incrustados en la carne. El esoterismo de un tipo u otro es lo que
pone a la humanidad en contacto con ciertas ideas que serán el germen
de lo que posteriormente florecerá y fructificará para favorecer o
deshonrar a la humanidad. Las últimas generaciones han visto cómo un
increíble número de ideas muy antiguas se materializaba y consolidaba
y cómo muchas otras están a punto de conducir a algún descubrimiento.
Esperemos y roguemos que esto tenga un final feliz para todos
nosotros.
Cualquier palabra significará lo que los usuarios humanos de la misma
pretendan. Al final una palabra sólo es un sonido o el simbolismo
equivalente unido a la ideología y la intención puras. Únicamente
mediante el acuerdo y la aceptación puede una colección de palabras
llegar a formar una lengua determinada, y únicamente con el tiempo y
la evolución el lenguaje va perfeccionándose mediante constantes
mejoras y extensiones de la inteligencia comunicativa. Cuanto más
llena de significación esté una palabra, mayor valor tendrá para
fines
esotéricos. De ahí se deriva el hecho de que ciertas palabras y
frases
algo especiales hayan llegado a formar parte integrante de las
prácticas esotéricas a través de los siglos. De todas formas, su
valor
habitual depende enteramente de la autenticidad con que las mentes y
el entendimiento de los que las utilizan puedan condensar y maximizar
su significado en unas presentaciones simbólicas.
Es decir, la mente ha de entrenarse y practicar el arte de asociar
cada vez más significaciones con cada una de las palabras utilizadas.
Lo que se precisa fundamentalmente es la metodología adecuada porque
una vez adquirida, ello se convertirá en un hábito casi automático.
Es
mejor empezar con palabras bastante sencillas hasta que el sentido
pueda verse y apreciarse con claridad. Luego, cuando se cree el
hábito
podemos avanzar y adentrarnos en las esferas más arcanas de nuestro
vocabulario. Vamos a suponer, por ejemplo, que empezamos con una
frase
aparentemente muy sencilla, la primera de la conocida Oración del
Señor. Habrá que aislarla y analizarla palabra a palabra; es preciso
meditar sobre cada término, experimentarlo, y finalmente hacerse una
idea de su alcance y significación
http://groups.google.com/group/secreto-masonico
tenidas.
http://groups.google.com/group/secreto-masonico
La idea central en una ceremonia o tenida
masónica es lograr que en forma sincronizada todos participen con su
persona, su mente y sus sentimientos en
las expresiones verbales y las acciones, que
según vayan sucediéndose. Por tanto, hay que calcular el ritmo de
actuación con mucho cuidado, basándose en la capacitación media de la
congregación masónica, y fijarlo
ligeramente por debajo de la media. Acertar en
el tiempo es de suma importancia. Si éste es excesivamente lento, los
francmasones que se muestran más interesados dejarán de estarlo, y si
es demasiado acelerado, no será posible captar bien la atención de
los
menos interesados. Una tenida lenta
provoca tedio y el fastidio en los miembros.
Este mismo principio tendrá vigencia aunque sólo haya siete
celebrantes,
aunque en tal caso los individuos naturalmente seguirán su ritmo
particular, pues no tendrá que preocuparse por los demás al no haber
ningún trazado que presentar. Todas las
acciones y palabras han de ir acompañadas de
los pensamientos adecuados, que se presentarán en el orden correcto y
serán del estilo idóneo, tanto si son expresados en voz alta como si
son manifestados de forma silenciosa. El hecho de ser repetitivo
sin más es un esfuerzo inútil y no sirve de nada. Mucho mejor que
hacer una sesión masónica técnicamente perfecta, pero acompañada de
pensamientos inadecuados, es profundizar en el significado de la
ceremonia, aunque no se diga una sola palabra en voz alta. Ahora
bien,
también hay que decir que las ceremonias masónicas
que resultan audibles ayudan
a muchos francmasones a sincronizar sus conciencias. De todas formas,
si sólo se cuenta con la presencia física de siete masones, aún así
hay
necesidad de operar -la ceremonia, si bien a la mayoría de los
celebrantes les gusta operar de ese modo para tener más práctica.
Hemos llegado a estar tan acostumbrados a regular y conformar
nuestros
pensamientos mediante la palabra, que tendemos a olvidar lo que las
palabras son en sí. Las palabras son esencialmente poderosas
evocaciones, unos
contenedores de conciencia que pueden intercambiarse visual y
auditivamente. Solamente su uso y el hecho de estar familiarizados
con
ellas hacen que tengan un significado para nosotros. Por lo demás, no
son sino ruido y marcas sobre un papel. Para servirnos de ellas lo
mejor posible, debemos conocer todos los significados que están
comprimidas en cada una y el orden correcto en que debemos
combinarlas
para transmitir lo que queremos expresar. Por el contrario, también
debemos ser capaces de coger una serie de palabras y traducirlas a
unos términos de percepción pura a fin de tener una experiencia
consciente de su significado. Por ejemplo, al leer la frase:
"¿Qué hora es hermano? Y responde: es la hora
de comenzar los trabajos masónicos", deberíamos
tener realmente una sensación de entrar en un Tiempo Sagrado y
estar en un Lugar determinado por otro tiempo
diferente al profano, cuando nos hayamos aplicado
la citada pregunta. Este pregunta debería ser:
"¿Qué hora es en el reloj de la Eternidad?".
En primer lugar, ha de quedar claro que "todo esto me está
sucediendo a mí, y que lo voy a experimentar yo en persona".
Así, el procedimiento adecuado para participar en las ceremonias
masónicas, basadas fundamentalmente en la palabra, consiste
en digerir los vocablos con cuidado, reaccionar inmediatamente ante
éstos y permanecer estrechamente unido a los mismos siguiendo el hilo
de sus significados, al igual que el murmullo y las olas de los
riachuelos varían según la naturaleza de su lecho. Si seguimos el
curso de un arroyo vemos como en algunos lugares hay remolinos, en
otros un descenso de la pendiente origina una pequeña catarata, y
también puede haber un ensanchamiento del lecho con un fondo muy
llano, lo que hará que las aguas vayan despacio. En las ceremonias
hay
una serie de fenómenos que pueden considerarse equivalentes a los que
acabamos de mencionar. Volviendo a hablar del riachuelo, diremos que
puede haber una presa que producirá la energía necesaria para el
funcionamiento de una noria. La resistencia de sus aspas se puede
percibir a la vez que éstas giran al ser empujadas por el peso y la
fuerza de la corriente. En el esoterismo masónico ello equivale al
clímax de la
ceremonia o tenida masónica, a ese instante
en que la fuerza acumulada que resulta de la
energía mental y espiritual, se aplica directamente al punto que se
piensa producirá el resultado deseado. Pueden producirse muchos
clímax
de estas características a un nivel secundario, o realizarse un gran
esfuerzo cerca del final de la ceremonia, también es posible combinar
estos dos sistemas. Todo dependerá del grado masónico que se lleve
a cabo.
Uno no puede por menos que preguntarse quién, o qué
elemento oye la Invocación al Gran Arquitecto del
Universo y los salmos bíblicos correspondientes,
además de los seres humanos presentes en
la tenida. Frecuentemente existe la suposición de que Dios o unas
entidades espirituales menores se manifiestan de una
forma invisible, adoptando
ciertas formas simbólicas de naturaleza física que existen en el
Templo Masónico para tal fin, como los símbolos de
la Escuadra y el Compas que
se ponen sobre la Sagrada Biblia y esta sobre el
Ara Sagrada , o las Columnas de bronce que
adornan nuestros Templos. Por ello, se
acostumbra a rendirles respeto. Podría haber un fondo de verdad en
tales
suposiciones, pero fundamentalmente lo que "escucha" la Invocación
es
el Principio Divino que existe dentro de los francmasones y lo hace a
través de sus propios oídos. El nivel de la audición dependerá por
entero de las conexiones individuales y colectivas con el propio
Espíritu de la Vida.
Si es cierto que cada ser humano equivale a una célula del "gran
cuerpo del Gran Geómetra Universal", o de la vida
considerada como una entidad consciente
hasta el final de la creación, ¿cómo es posible que semejante célula
consiga atraer sobre sí misma la atención de semejante entidad? El
sistema utilizado se parece mucho al medio del que se sirve su
equivalente en un cuerpo humano ordinario: un comportamiento inusual,
anormal o diferente. Vamos a suponer que un pequeño grupo de células
altera su comportamiento habitual por algún motivo hasta que un
nervio
se ve afectado. Imaginemos que se produce una lesión pequeña pero
dolorosa en el dedo pequeño del pie. Podrá ser algo absolutamente
trivial desde el punto de vista médico y sin embargo será un motivo
suficiente para que el paciente vaya inmediatamente a buscar algún
remedio para disminuir sus molestias y, posiblemente, también para
impedir que degenere en algo peor. Ahora bien, si no se estableciera
ningún contacto con el sistema nervioso, la infección, aunque ligera
en un principio, se extendería y agravaría hasta poner en peligro el
miembro entero. Ése es el motivo por el cual las pequeñas lesiones
también nos producen dolor.
Asimismo, en caso de que los nervios, mediante la actividad creadora
de las células (que podría ser táctil), estimulen en el hombre
sensaciones de placer, las células implicadas se comportarán de una
forma inusual y llamativa, antes de que la mente perciba lo que está
haciendo el cuerpo. A continuación la mente acusará recibo del
mensaje
de la forma que estime conveniente. Puede que las glándulas funcionen
y viertan su producto en el sistema. Los subproductos peligrosos
serán
desaguados por una serie de conductos. Hay muchas maneras de
enriquecer la vida de las células del cuerpo humano. Aunque no pueda
establecerse un paralelismo exacto entre lo que acabamos de decir y
las relaciones humano-divinas, cabe hacer una comparación lógica que
hace pensar en la forma como un Ser Espiritual "escucha" las
oraciones
de los seres humanos de la tierra. Este Ser las comprenderá a través
de la mente y del alma de los propios seres humanos debido a la
intensidad intencional con que se originan.
Ésa es la razón por la cual las llamadas desesperadas parecen contar
con un favor especial. Se debe sencillamente a la intensidad y
veracidad con que se dirigen a lo que podemos denominar la Conciencia
Continente. Así pues, tienen un carácter prioritario que hace que
consigan superar los obstáculos que absorben todos los mensajes
improcedentes o carentes de importancia. Hay que tener en cuenta otro
factor importante: el hecho de que sean poco usuales. A la vista de
todas las pruebas que tenemos parece que las conductas inusuales
tienen más posibilidades de ser percibidas por los entes inteligentes
que están allá de los niveles de nuestra existencia en la tierra.
Ello no garantiza una respuesta, pero confirma algo que puede
considerarse una regla general para esta vida: siempre llaman la
atención los casos excepcionales. Un único guijarro negro en una
playa
llena de piedrecitas blancas automáticamente atraerá todas las
miradas. Lo mismo pasaría si hubieran un girasol en un campo de
margaritas o un pececillo que nadara en dirección opuesta a un banco
de peces de la misma especie. Lo que se quiere decir con esto es que
los hombres que tratan de captar la atención de unos seres
espirituales superiores habrán de mostrar sus diferencias con
respecto
a la masa humana. Habrá de ser una manifestación calculada para
fomentar un reconocimiento favorable.
Éste es el fin principal de las ceremonias esotéricas: ofrecer un
modelo de comportamiento humano único, o muy poco corriente, que
logre
atraer la atención del observador omnisciente o de la Conciencia que
controla todo. Los humanos tendrán un determinado modelo de conducta
y
de pensamiento gracias al cual quedará bastante clara su intención de
comunicarse con los poderes a través de un "lenguaje interno" para la
consecución de un objetivo determinado. Esto ocurre realmente en
cualquier ceremonia de carácter religioso al que asisten los
fieles con la esperanza de establecer una relación con Dios. Sin
embargo, una ceremonia francmasónica es algo muy distinto, hay que dar
a
conocer un mensaje especialmente significativo. Es algo que exige la
máxima atención, al mismo tiempo de estar presentes en
cuerpo, alma y mente, y no estar divagando con una charla
mental descontrolada. Todo esto es algo parecido a pintar sobres con
distintos colores o hacer en ellos una señal para garantizar que
serán
abiertos tan pronto como sea posible por la autoridad competente.
El abusar de este sistema llegaría a invalidarlo o a devaluarlo en un
breve período de tiempo. Asimismo, contribuiría a retrasar
considerablemente la respuesta. Por tanto, en las ceremonias
masónicas es fundamental que no se realice nada que no tenga una
motivación espiritual verdadera, exceptuando las sesiones prácticas y
de entrenamiento. Ciertamente no hay que realizar acciones triviales
frívolas ni de nivel inferior, pero eso no quiere decir que sus
celebrantes hayan de estar tristes y melancólicos. La risa y el amor
gozoso figuran entre las ofrendas más elevadas que puede realizar el
hombre, porque son algo verdadero y muy poco corriente. Lo que da
validez espiritual a una ceremonia es su autenticidad. De lo que
acabamos de decir se deduce que tiene más valor una florecilla
silvestre ofrecida por un niño con amor sincero y esperanza que el
mayor bloque de oro que jamás se haya traído a un Templo, esperando
comprar una respuesta favorable a una petición de ayuda celestial
para
una empresa terrena más bien dudosa.
La Hermandad Francmasónica trata siempre de dar un carácter secreto
y confidencial a sus ceremonias debido a que los pensamientos y las
acciones poco usuales parecen recibir una atención especial de las
fuentes espirituales. Los miembros de cada uno de los sistemas están
bastante convencidos de que su sistema es superior a los demás, razón
por la cual ha de ser celosamente protegido de cualquier tipo de
explotación y de toda intrusión desautorizada. Los miembros de los
distintos credos parecen estar igualmente seguros de su superioridad.
De todas formas existe una diferencia: los que profesan una
determinada religión desean la conversión de los demás y quieren que
haya el mayor número posible de adeptos. Así pues, los francmasones
tratan de excluir al mayor número de seres humanos, y en cambio los
profanos desean convertir e incluir en sus sectas al mayor número
posible de personas. De todo ello se deduce que la situación
espiritual de este mundo es sumamente confusa y enigmática.
Así, ¿qué tienen de único y especial las tenidas masónicas?
¿Qué puede hacer de ellas algo singular y merecedor de un tratamiento
preferencial, o de una atención desusada por parte de una
inteligencia
supramundana? Imaginemos que una minoría de seres humanos interpreta
un psicodrama en la clandestinidad y que un grupo mucho más numeroso
trabaja en una catedral abarrotada de gente con el acompañamiento de
una orquesta y de un coro por el que ha pagado un precio elevado,
¿por
qué habría de tener una ventaja la minoría sobre el grupo numeroso?
¿O
por qué motivo han de resultar más ventajosos los Templos y los
lugares de reunión de cualquiera de las religiones organizadas de
este
mundo? ¿Qué es lo que hace que un grupo de personas, poco importantes
a nivel social y que probablemente cuentan con unos artefactos de
baja
calidad, tenga más posibilidades de atraer la atención de los seres
espiritualmente superiores que las grandes agrupaciones de personas
dirigidas por unos sacerdotes profesionales?
En primer lugar, desde un punto de vista absolutamente espiritual,
ninguna cantidad podrá jamás igualar, y no digamos superar, el
principio de la calidad. Para ilustrar este punto, vamos a pensar en
la alternativa que preferiría un entendido en música si le dieran a
escoger entre escuchar una de sus composiciones musicales favoritas
arruinada por la interpretación discordante de una serie de
instrumentistas ineptos o la perfecta interpretación de la misma obra
por parte de un pianista muy experto. Vamos a extendernos un poco en
esta analogía, hagámonos esta pregunta: ¿qué tiene más sentido, que
diez mil personas presencien un juego de pelota en el que participan
veinte jugadores procedentes de los equipos famosos, o que ese número
de espectadores vea jugar a veinte mil personas de sexos, tamaños y
edades diferentes lanzando pelotas de distintas clases y de todos los
tamaños sin seguir ninguna norma excepto lo que les dicta su instinto
de conservación? Una presentación efectiva en la que intervenga un
número reducido de personas es siempre preferible a una actuación
mediocre o confusa, aun cuando ésta cuente con un número elevado de
participantes.
Las principales diferencias existentes entre las ceremonias
francmasónicas
y los servicios religiosos ordinarios son, en primer lugar, las
creencias básicas, en segundo lugar, la forma simbólica de su
exposición, y finalmente la elección de un estilo y de un tipo de
expresión verbal. Lo más importante de todo es que haya una
sincronización y que los pensamientos y sentimientos del reducido
número de especialistas estén orquestados. Todos ellos celebran el
rito, no son unos observadores ni están ajenos a la auténtica reunión
esotérica. Cada uno de los presentes deberá participar en la acción
que esté desarrollándose. Puede que haya un líder que diga
formalmente
las palabras en voz alta, pero todos los presentes son en cierto
sentido los sacerdotes o las sacerdotisas, pues comparten la
intención
y el significado de los misterios que realizan juntos.
En los primeros tiempos, se tenía una gran confianza en ciertas
palabras clave, pues se pensaba que funcionaban automáticamente
gracias a sus cualidades propias e inherentes. Estos vocablos eran
nombres de Dioses o el código sonoro de identificación de las
entidades esotéricas. Los que emitían las citadas palabras creían
firmemente que los Dioses tenían la obligación de contestar a
semejante llamamiento si las palabras se pronunciaban correctamente.
Sinceramente, pensaban que esta habilidad les daba el control sobre
estos seres sobrenaturales para obligarlos a manejar la voluntad de
los seres de la tierra. Creían que el conocimiento del "nombre
secreto" de alguien siempre daba al conocedor del mismo cierto poder
sobre esta persona. Ése es el motivo por el cual el nombre que el
individuo recibe en la ceremonia de iniciación nunca ha de decirse en
voz alta en ningún lugar. Esa creencia persiste incluso hoy en día
entre los esotéricos pertenecientes a todas las sectas.
Al parecer, pocas veces la gente cae en la cuenta de que un supuesto
Dios que automáticamente obedeciera los caprichos de un ser humano o
viniera nada más ser llamado, como si de un perro fiel o de un gato
curioso se tratara, no pertenecería a un orden Divino muy elevado ni
muy perfecto. Las palabras clave tienen cierto valor para dar forma a
determinados pensamientos que van dirigidos a unos niveles superiores
a los humanos, pero difícilmente podrán obligar a un Ser superior a
hacer lo que deseemos. Aquí cabría hacer referencia a la conocida
cita: "Puedo llamar a los espíritus desde las profundidades" y la
contestación que no admita réplica: "También yo, y cualquier hombre,
pero ¿vendrán cuando los llames?"
Por muy extraño que parezca, hasta hoy en día no se habían inventado
unos ordenadores capaces de proporcionar información sobre personas
cuyos datos han sido previamente introducidos en ellos. Ciertamente
esto pone al conocedor en una situación de ventaja sobre el individuo
en cuestión que podría tener grandes consecuencias. La mayoría de sus
secretos particulares como el nivel de crédito, posición social,
religión, nivel educativo, e incluso detalles íntimos como
inclinaciones sexuales (con los nombres y señas de las personas
implicadas) y una multitud de detalles están a disposición de todo
aquel que tenga acceso al teclado idóneo y conozca el código correcto
con el que ha de realizar las perforaciones. Sin embargo, la idea
básica que hay detrás de todo esto nació hace miles de años, cuando
los seres humanos empezaron a creer en ciertos Nombres Poderosos, que
harían al hombre semejante a Dios, o en la "magia de las
matemáticas",
que conseguiría algo parecido por otros procedimientos.
Esto es realmente un valor oculto del esoterismo práctico. La
práctica
de este tipo de esoterismo conduce las mentes en unas direcciones que
darán su fruto al cabo de siglos o tal vez de milenios. Quizás en
algunos casos fructifique antes. Los viajes espaciales empezaron a
ser
posibles cuando los hombres primitivos se reunieron para adorar a la
Luna y se preguntaron qué había que hacer para alcanzarla. La
informática empezó cuando el hombre comenzó a jugar con las palabras
y
los números, cuando empezó a transformar lo uno en lo otro y a hacer
cálculos mágicos con esos elementos. Es posible que la medicina
empezara al preguntarse el hombre por primera vez cuáles eran las
hierbas que curaban determinadas enfermedades. Posiblemente la
psicoterapia empezó a desarrollarse con los primeros exorcismos en
contra de los espíritus del mal, y la cirugía en el momento en que el
hombre trató de cortar bultos, que a su entender eran demonios
incrustados en la carne. El esoterismo de un tipo u otro es lo que
pone a la humanidad en contacto con ciertas ideas que serán el germen
de lo que posteriormente florecerá y fructificará para favorecer o
deshonrar a la humanidad. Las últimas generaciones han visto cómo un
increíble número de ideas muy antiguas se materializaba y consolidaba
y cómo muchas otras están a punto de conducir a algún descubrimiento.
Esperemos y roguemos que esto tenga un final feliz para todos
nosotros.
Cualquier palabra significará lo que los usuarios humanos de la misma
pretendan. Al final una palabra sólo es un sonido o el simbolismo
equivalente unido a la ideología y la intención puras. Únicamente
mediante el acuerdo y la aceptación puede una colección de palabras
llegar a formar una lengua determinada, y únicamente con el tiempo y
la evolución el lenguaje va perfeccionándose mediante constantes
mejoras y extensiones de la inteligencia comunicativa. Cuanto más
llena de significación esté una palabra, mayor valor tendrá para
fines
esotéricos. De ahí se deriva el hecho de que ciertas palabras y
frases
algo especiales hayan llegado a formar parte integrante de las
prácticas esotéricas a través de los siglos. De todas formas, su
valor
habitual depende enteramente de la autenticidad con que las mentes y
el entendimiento de los que las utilizan puedan condensar y maximizar
su significado en unas presentaciones simbólicas.
Es decir, la mente ha de entrenarse y practicar el arte de asociar
cada vez más significaciones con cada una de las palabras utilizadas.
Lo que se precisa fundamentalmente es la metodología adecuada porque
una vez adquirida, ello se convertirá en un hábito casi automático.
Es
mejor empezar con palabras bastante sencillas hasta que el sentido
pueda verse y apreciarse con claridad. Luego, cuando se cree el
hábito
podemos avanzar y adentrarnos en las esferas más arcanas de nuestro
vocabulario. Vamos a suponer, por ejemplo, que empezamos con una
frase
aparentemente muy sencilla, la primera de la conocida Oración del
Señor. Habrá que aislarla y analizarla palabra a palabra; es preciso
meditar sobre cada término, experimentarlo, y finalmente hacerse una
idea de su alcance y significación
http://groups.google.com/group/secreto-masonico