Post by Wolfgang MuellerPost by Azucena ParadoxPost by Wolfgang MuellerQuanto al uso del pronombre femenino «la», eso es claro.
Mas, cuando odiare a un hombre, es preciso decir «lo odio»?
No se puede también usar el pronombre «le»?
En puridad, no. Pero ya sabemos eso de que "el leísmo de
persona en masculino singular, blablabla". Yo no lo acepto,
punto; la RAE que haga lo que quiera. :-)
Así me imaginé siempre un verdadero fundamentalista de la
fe del purismo: firme y inquebrantable en sus convicciones,
¡digan lo que quisieren los míseros heréticos de la RAE! ;:)
Pasaba yo por aquí como desocupado lector, cuando me encuentro este
dilema que tiene usted acerca de algún conocido suyo: no sabe usted si
odiarle o no. Yo, la verdad, lo que odio es ese dilema.
Yo, señor juez, soy de Madrí. Si usted viene por aquí, verá como
todo el mundo le acoge amablemente. Así hemos acogido a los señores
académicos que se reúne ahí al lado, junto al museo del Prado. Es un
museo precioso, si un día quiere que le acompañe a visitarlo, yo
encantado.
Los señores académicos son unos abuelitos muy majos. Nos cuidan el
jardín con mucho cariño. Según me han dicho, sus antepasados
fundadores fueron unos señores franceses de peluca empolvada, y por
aquel entonces intentaron que el jardín fuese como el de Versalles:
setos recortados, calles rectilíneas. Hay rumores de que dedicaban su
tiempo (o el de sus súbditos, más bien) a limpiar las hojas de cada
árbol, a echarle fijador a las hierbas para que no se despeinasen y a
cosas similares para darle mayor esplendor a las avenidas del jardín.
Afortunadamente, las cosas han cambiado un poco. Para explicarme, voy a
ponerle un ejemplo: el Parque del Retiro. ¿Lo conoce? Venga, que le
llevo.
¿Ve usted? Según entra por la puerta, están los parterres
inmaculados de hierba verde y flores espléndidas. Le hago una foto y
seguimos. ¿O quiere usted quedarse aquí? Ah, me dice usted que no,
como es natural: aquí no hay bancos, y quién va a sentarse en un
cesped tan cuidado.
Todo lo contrario si seguimos más adelante. En el centro del parque
está el estanque, bien delimitado por la piedra y las rejas. Aquí hay
bancos, hay unas escalinatas donde sentarse a la sombra de la estatua
ecuestre. Mucha gente se queda aquí: esto es como el diccionario de
los académicos, un lugar donde uno tiene claro donde sentarse y no se
mancha de tierra al hacerlo. Es un lugar donde aprendemos cosas: hay
teatro y malabaristas, profesores de lengua que nos explican las normas
más fundamentales que nunca olvidaremos cuando volvamos a casa.
Pero siga conmigo, le voy a enseñar la parte del Parque que más me
gusta a mí, allí donde voy a leer a solas o a pasear charlando
tranquilamente. Donde vienen los grupos de amigos y pueden sentarse,
porque la hierba no está regada ni es muy fina, y por eso no se
estropea. No hay que tirar desperdicios, claro, pero no pasa nada si te
tumbas debajo de un árbol.
Aquí es donde vivimos los madrileños y los que no lo son. Donde
podemos odiarle o amarle a usted. Donde las palabras se aprenden de
oídas, sin tiempo para introducir equívocos dilemas antes de hablar.
En esta zona los jardineros toman el habla tal y como es: la hierba de
aquí ha arraigado con fuerza. No hace falta regarla, solo cortarla un
poco. ¿Por qué iban los jardineros a arrancarla de raíz para poner
su cesped francés, de color más brillante pero menos resistente?
¿Por qué iban los académicos a acabar con una forma de hablar
perfectamente coherente y ampliamente extendida, sólo por no
introducir una excepción a la norma?
Señor juez, así son las cosas en el jardín hoy en día, gracias a
esos ancianitos académicos. Gracias a ellos, el complemento directo
puede ser "le" cuando se refiere a alguien en masculino singular. Está
admitido como una excepción. No haga caso si alguien le dice lo
contrario. No le escuche.
Es una norma extraida de un uso coherente de la lengua para un gran
grupo de hablantes. A muchos de los visitantes del parque les suena
bien, igual que están cómodos al tumbarse sobre el césped, a la
sombra de los árboles. Suena bien. Como el viento entre las copas.
Como el español, el castellano, mi lengua, mi idioma.
Un saludo
shingouz, que se ha puesto poético para justificarle a usted por qué
no acepto el que nos quieran privar de una excepción admitida por la
Academia. No señor, no lo acepto.
---
El anterior texto está bajo la licencia freeware, shareware o como se
diga en román paladino. Vamos, que cualquiera podéis usarlo para lo
que queráis, citando a la fuente. Por ejemplo, podéis dárselo un
alumno y decirle: "A ver, encuentre cuántas veces utiliza este señor
el leismo aceptado por la academia. Y cuántas veces el no utilizarlo
introduciría ambigüedad respecto a lo que se quiere decir. Si las
encuentra todas, le pongo un positivo"
AVISO: El anterior texto no debe ser empleado fuera de aquellas zonas
de la Península Ibérica donde se practica el leísmo aceptado por la
Real Academia de la Lengua Española. Puede ocasionar mareos a quienes
no aceptan excepciones a la norma. Contraindicado para los que
prefieren el cesped verde e inmaculado donde uno se hace fotos a los
hierbajos silvestres y vigorosos donde uno puede sentarse.